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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Hace mucho tiempo había un hombre al que llamaron al servicio militar y tuvo que marcharse; pero en su casa le dieron tres mil reales para que tuviera dinero si le hacía falta.
Llegó a un cuartel donde estaba un capitán y le dijo que llevaba dinero pero que necesitaba que se lo guardara, porque no se fiaba de que le pudiera robar alguien. Y el capitán le dijo que sí, que se lo guardaba, y cuando volviera a su casa se los iba a devolver.
Entonces este chico, confió en el capitán, y cuando pasó el tiempo y tenía que volver a su casa, le dijo que quería el dinero. Y el capitán le dijo que sí, bueno, en principio, se lo pensó un poquito y le dijo:
—En realidad no te los voy a dar, tienes que confiar en mí—.
Dice:
—¿Cómo es eso?—.
Dice:
—Mira, yo el único regalo que te voy a dar son tres panes, y solamente los puedes comer cuando llegues a tu casa—.
Como confiaba en el capitán dijo:
—Bueno, él sabrá lo que hace—.
Y entonces, dice:
—A parte de los tres panes, te voy a dar tres consejos. El primero: que no cojas ningún atajo; el segundo: en lo que no te importa, la lengua muy corta; y el tercero: antes de hacer nada, consulta con la almohada—.
“Bueno, qué cosas más raras me dice, mi capitán, pero bueno, confiaré en él”. Y le tocaba marcharse, pero como de esto hace mucho tiempo, eh, tenía que coger un carruaje y, en el carruaje, el conductor, el chófer, dijo que iba a coger un atajo para llegar a un camino… | al, al destino—.
Y dijo:
—Bueno, pues si va a coger un atajo yo no voy a subir porque mi capitán ha dicho que si hay un atajo que no lo coja—.
Y se fue andando, en vez de en carruaje, y llegó a una taberna. Y cuando llegó a la taberna el capitán, | bueno el capitán, a la taberna, le dijeron que habían asaltado el carruaje, que habían asaltado y habían robado a todos lo que iban en el carruaje.
Y dijo:
—Qué suerte he tenido que he hecho caso a mi capitán—.
Y en la taberna, que también era pensión, eh, notó algo extraño. Porque había una señora que se tiraba por el suelo, se revolcaba, se tiraba del cabello y decía barbaridades. Y todos los que estaban allí en la taberna se burlaban de ella, se reían de ella y decían: “Vaya, está loca, tal, no sé qué.”
Y él dijo:
—Pues no voy a decir nada—.
Y le pidió una habitación para dormir después de cenar y, a la mañana siguiente, cuando se levantó, fue a pagarlo todo. Y le dijo el dueño:
—Mire, no hace falta que me pague nada, lo invito yo.
—¿Y eso?
—Es que esa señora era mi esposa y usted no ha dicho nada—.
Dice: “Pues qué bien he hecho en aplicar el segundo consejo: en lo que no te importa, la lengua muy corta”.
Y ya se encaminó hacia su casa. Estaba lejos y había pasado mucho tiempo desde que se había ido de ella.
Y cuando estaba llegando a la casa vio que un hombre estaba entrando por la puerta de su casa. El hombre llevaba barba y parecía que era mayor. Y empezó a enfadarse. Y cada vez estaba más enfadado. “¡Vamos!, que mi mujer me es infiel, ¡qué barbaridad!”. Y cada vez estaba más enfadado, pero claro, se paró un poquito y dijo: “Antes de hacer nada, reflexiona con la almohada. Piénsalo”. Y dijo: “Voy a tranquilizarme un poquito antes de llegar a la casa”.
Y cuando llegó a la casa la mujer se puso muy contenta de ver que era su marido pero él no le dijo nada. Y cuando entraron y sacó los panes para comerlos, se dio cuenta de que ese hombre no era el amante de su mujer, era su padre, al que no había conocido porque había pasado mucho tiempo.
Y cuando se pusieron a cenar, y a comerse los panes, en cada uno de los panes había mil reales.
Y cuento, cuento colorado, por la chimenea se ha volado.