La niña que llega     a los quince años

no puede con ella     ni padre ni hermano.

La madre le riñe,     ella le contesta:

—A servir me voy,    esa es la respuesta—.

Hizo la ropita un lío,     se fue a la calle enfadada,

se fue en casa de don Pepe     a ver si quiere criada.

Sale la señora,     empiezan a hablar:

—Mira usted, que sé     coser y lavar,

pero si usted quiere     me puedo quedar,

diez reales al mes     pienso de ganar—.

Al otro día siguiente,     le ha gustado al señorito,

le tentó la cara     con gran disimulo,

le ha dicho “bonita”     y le ha dado un duro.

Le ha dicho: —Bonita,     cara de jazmín,

todo lo que quieras     me lo pides a mí—.

Al otro día siguiente,     le ha pillado la palabra;

le ha pedido al señorito     para una bata diaria,

pero el señorito     diez duros le dio;

un vestido bueno     ella se compró.

Al otro día siguiente     por la tarde en el paseo,

más lujo que una señora     con diez reales que gana,

vestido de seda,     zapatos bonitos,

medias de color,      reloj y abanico.

La señora de don Pepe     a Madrid se quiere ir

para buscar una casa     para meterse a servir.

Don Pepe le dice:     —Ven acá, bonita, 

¿quieres tú servir,     siendo señorita?

—Y estando casada     contigo en la iglesia

no voy a servir     a la niña esta.