La carta de una madre

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Clasificación

Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 1721c
Categoría:
Colección: Colección de Jerónimo Anaya Flores

Informantes

Recopiladores

Pilar Muñoz

Responsable del grupo investigador: Jerónimo Anaya Flores

Notas

El informante indica: “La poesía se titula La carta de una madre”.

Notas de Jerónimo Anaya Flores:

Parece que se trata  de una versión de un poema de Miguel Hernández, según Álvaro Castell, que publicó en el periódico Redención, en la primavera de 1941, cuyo título es La madre (vid. Testimoni  d’Àlvaro Castell: www.memoriacastello.cat/alvarocastell.html [fecha de consulta: 30-11-2017]). El periódico apareció el 1 de abril de 1939 con el título Redención. Órgano del Patrimonio Central para la Redención de las penas por el Trabajo. Semanario para los reclusos y sus familias (vid. Eutimio Martín, El oficio del poeta Miguel Hernández, Madrid, Aguilar, 2010: p. 517). A pesar del testimonio de Álvaro Castell, parece ser que Miguel Hernández no colaboró en este periódico (id.: p. 536).

Aclaraciones léxicas:

mazquina: por mezquina.

veinilla: por vainilla.

Transcripción

Un tamboril de emociones
resuena en las galerías:
es la carta de mi madre,
de la esposa, de la hija,
de la amiga, de la hermana,
de la novia que no olvida,
rara vez sabe el amigo
que es todo cuanto desdicha,
que nos acechan traición,
su amistad queda marchita.
Pero qué importa el sinsabor
de una posición mazquina*,
si un amigo se perdió,
¡tanto se pierde en la vida!
Con remolinos de nervios,
rasgo el sobre y veo la firma;
es de mi madre la carta,
de mi madre, pobrecilla.
¡Qué calor en sus consuelos,
 qué emoción bien escrita!
Que no me apure por nada,
que ni llore ni me aflija,
que me manda chocolate
y galletas de veinilla,*
que enviaría más cosas,
 pero el tendero no fía.
Ya no puedo leer más,
pues la tinta está corrida
por dos gotas que han caído,
 sin duda de sus pupilas,
son dos trozos de su alma
que sin decirlo me envía.
Cascabeles y panderos
de emociones y alegría,
cuando nos llega el correo
y suena en las galerías.
¡Ay del preso que no tenga
una madre que le escriba!

Quiero seguir leyendo…

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