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Notas
La informante repite los versos 2, 4, 6, 14, 23, 29, 34 y 36.
Bibliografía
IGRH: 0110
Otras versiones de "La condesita"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
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Transcripción
Grandes guerras se publican por la tierra y por el mar
y al conde Flores le nombran por capitán general.
Y acaban de ser casados y se tiene que marchar,
y ojos de la condesita no cesaban de llorar.
—¿Cuántos días y cuántos meses piensas de estar por allá?
—Deja los meses, condesa, por años debes contar—.
Se pasan los tres y los cuatro, carta del conde no hay,
y ojos de la condesita no cesaban de llorar.
Y un día estando en la mesa, su padre le quiso hablar:
—Reyes y duques te piden, te debes, hija, casar.
—No lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar.
Carta en mi corazón tengo, que don Flores vivo está;
dame tu licencia, padre, para al conde ir a buscar.
—Tú licencia tienes, hija, mi bendición además.
Se marcha (y) a su aposento, llora que te llorará,
se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar,
se puso zapatos de raso y se vistió de cordobán,
y esportilla de romera, y se marchó a peregrinar.
Anduvo siete reinados, no pudo el conde encontrar,
y anduvo por mar y tierra, no pudo el conde encontrar,
y al bajar unos pinares, gran vacada vio asomar.
—Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad,
¿de quién son todas esas vacas con tanto alambre y señal?
—Del conde Flores, señora, que en aquel castillo está;
de la guerra vino rico, mañana se va a casar,
ya están muertas las gallinas, ya están amasando el pan;
mucha gente convidada de lejos llegando va.
—Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad,
por el camino más corto, me has de caminar allá.
Y un día de su jornada con don Flores fue a encontrar:
—Buenos días tengas, conde, buenos días, su Santidad,
dame usted una limosnita, por Dios y su Santidad.
Se echa mano a la cartera, un real de plata le da.
—Para tan grande señor, poca limosna un real.
—Pues pida la romerita, que lo que pida le da.
—Dame ese anillo de oro que me diste al desposar.
Y el conde al ver aquello, (y) al suelo cayó mortal;
ni con agua ni con vino, lo podían consolar,
solo con palabras dulces que la romera le da.
La novia bajó corriendo de lo alto el ventanal:
—Mala maña sacas, conde, mala maña sacarás,
que en viendo una buena moza, pronto la quieres abrazar;
maldita sea la romera, ¿qué te trajo por acá?
—No la maldigáis ninguno, que es mi mujer natural,
con ella me voy a mi tierra, señores, con Dios quedad,
que los amores primeros son muy malos de olvidar.
Y allí se quedó la novia vestidita y sin casar.