En Salamanca había una niña     pura y más bella, parece un carmín,

tan solamente se dedicaba     haciendo trajes para vestir.

A los seis meses de ser modista,     sin padre y madre ella se quedó,

tan solamente con un hermano,     que es un infame de mal corazón.

Ella lo lava, ella lo viste,     ella lo arregla con mucho primor;

él lo ganaba, él lo tiraba,     él tiene vicio de jugador.

Una mañana muy tempranito     hacia su cuarto él se dirigió:

—Hermana mía, por tu hermosura     me he vuelto loco

(………………………………)     y tu marido quiero ser yo—.

Pero la hermana le ha contestado     con mucha pena y mucho dolor:

—Mejor prefiero morir mil veces,     que no mi hermano me manche mi honor—.

Se ha echado mano hacia el bolsillo     y un gran revólver él se sacó,

le ha disparado contra la frente,     que la cabeza le traspasó.

Y a la agonía que toca a muerte,     ella le dice a su hermano así:

—Hermano mío, no me asesines,     no tengo a nadie, nada más que a ti—.

Pero el infame le ha contestado:     —No te la libra ni la Caridad,

tú no has querido que yo te goce     y por lo tanto te voy a matar—.

La hizo pedazos, la echó en un saco     y a la cabeza él se la echó

y en una viña que oculta estaba     hizo un barranco y allí la enterró.

Pero la Virgen de la Esperanza,     que es una Virgen de la Caridad

hizo un milagro para que apareciera     y lo mataran a ese criminal.