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Notas
La informante indica que su madre no permitía que le cantaran ni este romance ni el de Gerineldo.
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00017 13).
Bibliografía
IGRH: 0075
Otras versiones de "Delgadina"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
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Transcripción
Un rey tenía tres hijas más hermosas que la plata.
La más pequeña de todas, Delgadina se llamaba.
Un día estando comiendo, su padre la remiraba.
—¿Qué me mira, padre mío? ¿Qué me mira usted a la cara?
—No te miro nada, hija, no te miro yo a la cara,
que me dicta el corazón que has de ser mi enamorada.
—No lo quiera Dios del cielo, ni la Virgen soberana,
que yo sea hija de usted, madrastra de mis hermanas.
—Altos, altos, mis criados, altas, altas mis criadas,
a mi hija Delgadina, encerradla en una sala.
No la deis más de comer que carne de perro asada,
no la deis más de beber que agua del río salada.
Cuando os pida de dormir, dos ladrillos en la sala;
y un boquete en la pared, cuando os pida de almohada—.
Delgadina se ha subido a la primera ventana,
ha visto a sus hermanitos, jugando al balón estaban:
—Hermanitos de mi vida, hermanitos de mi alma,
por Dios y por caridad, subidme una jarra de agua.
—Quítate de ahí, Delgadina, quítate de ahí, perra mala,
que si padre el rey nos viera, la cabeza nos cortara—.
Delgadina se ha subido a la segunda ventana
y ha visto a sus hermanitas bordando paños de Holanda:
—Hermanitas de mi vida, hermanitas de mi alma,
por Dios y por caridad, subidme una jarra de agua.
—Retírate, Delgadina; retírate, perra mala,
que si padre el rey nos viera, la cabeza nos cortara—.
Delgadina se ha quitado muy triste y desconsolada,
ha subido más arriba y se ha asomado a otra ventana.
Ha visto a su madrecita en silla de oro sentada:
—Madrecita de mi vida, madrecita de mi alma,
por Jesús que está en la cruz, subidme una jarra de agua,
que el alma tengo en un hilo y la vida se me acaba.
—Quítate de ahí, Delgadina, quítate de ahí, perra mala,
que si tu padre nos viera, la cabeza nos cortara—.
Delgadina se ha quitado muy triste y desconsolada,
ha subido más arriba y se ha asomado a otra ventana.
Ha visto a su padrecito, entre caballeros estaba.
—Padrecito de mi vida, padrecito de mi alma,
por Jesús que está en la cruz, súbame una jarra de agua,
que el corazón me lo pide y la vida se me acaba.
—Sí te la doy, Delgadina, si me cumples la palabra.
—Sí se la cumpliré, padre, pero de muy mala gana.
—Altos, altos, mis criados, altas, altas, mis criadas,
a mi hija Delgadina subidla una jarra de agua.
No la subáis la de oro, ni tampoco la de plata,
subidla la de cristal, que refresque bien su alma—.
El que suba el primero la cabeza le cortara;
subieron todos al tiempo, para que nada pasara.
Cuando su padre subía, Delgadina ya moría;
cuando su padre subió, Delgadina ya murió.
En la cama de Delgadina, llena de ángeles estaba,
y la de su padre y madre, de culebras y fantasmas.