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Notas
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Transcripción
Un matrimonio que muere la mujer, se queda con una hija que es preciosa, que es buenísima la criatura. Y el hombre no paraba en la casa y se casa con una que tiene dos hijas, pero en este caso no tiene más que una, y… pa que cuiden también a la suya.
Entonces, como el padre estaba de viaje, pues la tenían también pues de criada, pa hacer las faenas de la casa, pa hacer todo eso. Claro, la madre la veía que la cría era tan inteligente, era tan guapa, era tan buena, y su hija era un cenizo, pues claro, quería que su hija sobresaliera, no la otra, y le mandaba hacer cosas… lo más bajo que había. Y como antiguamente lavar era siempre al río, la ropa de la casa y to eso, era al río, pues cogía y la mandaba pa que se estropeara del sol y del aire, y se le estropearan las manos y to, pues la mandaba al río a lavar.
Y un día llega y había allí una mujer ya mayor, y le dice:
—¡Ay, bonica!, ¿me podrías sacar que se me ha caído el jabón al río?—.
Dice: —Está muy hondo, no sé si voy a alcanzar —y dice—, pero mire usté, usté me sujeta de la mano, pa que no me caiga, y yo pues tenderé…—.
Y claro, llegó al jabón, pero al tocar el jabón tocó con la cabeza en el agua, y ella no se dio cuenta, más que le dio a la mujer el jabón, la mujer le dio las gracias, y, y la | y al final lavó su ropa y se fue a su casa. Y veía que toa la gente la miraba, pero ella no, como yo con los cuentos, paso de to esto, yo qué sé, no me lo creo mucho, y ella, pues igual. Y llega a la casa y la madre que la ve:
—¿Qué te ha pasao?, ¿qué te ha pasao?
—No me ha pasao na.
—¿Qué llevas en la frente?
—Ah, pues no lo sé lo que llevo en la frente—.
Le pone un espejo y ella al verse una estrella de oro, más bonica, pues es darle una risa y una alegría que pa qué.
—¡Ya me estás diciendo qué has hecho!, ¡qué te ha pasao!, ¡cómo te ha salío a ti eso!—.
Pues ella le explicó, llanamente, lo que le había pasao.
Pues al día siguiente coge la madrastra, le prepara a la hija la, la espuerta de la ropa y la manda a lavar, y la hija dice que ella no va a lavar, que no, que ella no va a lavar, con las uñas que tiene y las manos tan arreglás… que ella no iba a lavar.
—Mira que lo… tu hermana que ha venido de allí de lavar con, con esto—.
Pues la otra va y ve a su hermana y al ver la estrella, pues claro, le da envidia. Y claro, pues se va. Le hace que se vaya.
Se va y, claro, está allí la misma mujer y le dice lo mismo, que le saque que se le ha caído el jabón. La otra dice: —Métase usté a por él—.
Dice: —Mujer, que yo ya soy muy mayor, por favor, sácame el, el…—.
Y se acuerda de que su madre le ha dicho que le tiene que tocar el agua en la frente. Dice:
—¡Venga, sí!, voy a sacarle el jabón—.
Le saca el jabón y se lo da.
—¡Tenga usté! ¡Y tenga usté más cuidao otra vez que venga, que no se le caiga!—.
Pero, no se da cuenta, y cuando vuelve pa la casa to la gente, na más verla, se reía.
Y ella: —¿Pues por qué se ríen?—.
Y ella sigue y los ve que se reían.
Pero llega a su casa, abre su madre la puerta, pega un chillío. Dice:
—¡Pero bueno!, ¿qué pasa?—.
Ahí un rabo tieso de burro pa’rriba que pa qué, que le había salío.
Pues por aquellos días el rey estaba buscando novia y claro, ella quiere llevar a la hija, no quiere llevar a la, a la otra. Y andan allí con el…, los curanderos de allí del reino, y dicen:
—Nada, hay que cortárselo rápido y ya está. Y se le pone un turbante, se le pone un adorno de lo que sea, que no se le vea, y listo—.
Pues así lo hacen, la montan en la carroza, y los pajarillos iban diciendo:
—Rabo de burro en coche va,
y Estrella de oro está encerrá—.
Y el príncipe decía:
—¿Qué van cantando?—.
Y al momento:
—Rabo de burro en coche va,
y Estrella de oro en casa encerrá—.
Y ya, pues claro, indagan. Dice:
—¿Es que hay aquí alguna otra muchacha en la casa?
—No, no, no, aquí qué va a haber, qué no va a haber, que no, que no, que no—.
Y entonces ella se ponía a canturrear, conforme estaba haciendo las faenas de la casa, pues se ponía a cantar. Y al oirla cantar la voz, dice:
—Ahí hay otra persona—.
Y nada, ella:
—No—.
Y sí. Suben arriba las escaleras y la ven que estaba barriendo, cantando tan contenta, con su estrella de oro en la frente.
Claro, el príncipe na más verla, fíjate, flechazo seguro. Se enamoró de ella, le pidió la mano, se casaron, y yo ya me vine y no sé lo que pasó.