—Adiós, España —dijo un soldado     al despedirse de la nación—,

adiós, amigos, adiós, familia,     y adiós, Amelia del corazón.

Ya viene el barco de la amargura,     ya viene el barco en que me voy yo;

si yo quedara por ahí en Ceuta,     queda el recuerdo de un fuerte amor—.

—Marchad, soldados, marchad contentos,     marchad a la guerra a pelear—.

Y al poco tiempo de estar en Ceuta,     una cartita él recibió;

era de Amelia, la que él quería,     que le decía que se casó.

Aquel soldado, que alegre estaba,     fuerte desmayo al suelo cayó,

diciendo: —Amelia, me has olvidado,     tú te has burlado de mi pasión—.

Una morita que lo escuchaba:     —Pobre soldado, muere de amor—.

Y la morita, compadecida,     ……………………… se le acercó:

—Tú no te apures, mi soldadito,     tú no te apures, que aquí estoy yo,

no tengo padre, no tengo madre,     no tengo hermano, tampoco amor.

Si tú me quieres, mi soldadito,     embarcaremos juntos los dos—.

Y a los tres meses de estar casado,     otra cartita él recibió;

era de Amelia, la que él quería,     que le decía que enviudó.

—Tú viudita, yo bien casado,     con mi morita embarco yo,

y a mi morita no la abandono     porque las penas me consoló.