Eran dos hermanos huérfanos,     criados en Barcelona,

el niño se llama Enrique,     la niña se llama Lola.

Enrique ya se ha marchado,     se ha marchado al extranjero;

cruzando barcos y mares,     se ha hecho un gran caballero.

Lola se lleva llorando     noche y día por su hermano

y a la Virgen del Pilar     le reza para encontrarlo.

Ha venido un caballero     para casarse con Lola;

Lola aceptó el casamiento     para no encontrarse sola.

Al poco tiempo el marido     cayó con las fiebres amarillas

(…………………………..)     y Lola quedó solita.

Lola quedó solita     y limosna la obligó.

Ha pasado un caballero     y limosna le pidió:

—Es usted una linda rosa,     es usted un lindo clavel;

vaya usted mañana a casa     y allí la socorreré—.

Lola pasó por la puerta     y el caballero le abrió,

la ha cogido por la mano     y la metió en la habitación;

le pide cosas imposibles     y Lola le dijo que no:

—Mejor prefiero morir     que no manchar el honor.

Si estuviera aquí mi Enrique,     ¡ay, mi Enrique de mi alma!,

salieras a la defensa     por el honor de su hermana.

—¿Lola te llamas, chiquilla?     —Lola me llamo, señor.

—Mátame, Lola, si quieres,     que he sido tu inquisidor—.

Allí fueron lo abrazos,     allí fueron los suspiros,

allí fueron encontrados     los dos hermanos perdidos.