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IGRH: 0000
Otras versiones de "El reencuentro"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En la provincia de Murcia, en el pueblo Cartagena,
habitaba un matrimonio de una familia muy buena.
Esto era un matrimonio que vivía muy feliz,
ella era costurera, su marido era albañil.
Una vecina de enfrente (y) a su mujer murmuraba,
envidiándole la suerte de lo bien que se llevaban.
(Y) un domingo por la tarde con su hija paseaba,
y aquella mala vecina al albañil lo llamaba:
—Si tú supieras, Antonio, de lo que yo me he enterao,
que tu mujer no es muy buena y a ti te está traicionando—.
En este mismo momento, sin tomar explicación,
se fue derecho a su casa y a Segovia se marchó.
Y cuando llegó a Segovia (y) él se puso a trabajar,
(y) ganó tanto dinero, que fue su felicidad.
Él hizo muchas contratas y también muchos edificios,
y ganó tanto dinero, que llegó a ponerse rico.
Y aunque estaba muy bien y no le faltaba na,
pero a su hija Isabel nunca la podía olvidar.
Esa niña tan bonita, que su madre la crio,
de edad de catorce años sola en el mundo quedó,
ella quería ser artista y el teatro le gustaba,
y al verse sola en el mundo, su intención era lograrla.
Y de en pueblo en pueblo iba con una compaña grande,
hasta que llegó a aquel sitio que se encontró con su padre.
Cuando ella estaba bailando, se aproxima un caballero.
—¡Qué bonita eres, muchacha!, te llamo para decirte
cuando despache de bailar, queda invitada a café.
¡Qué bonita eres, muchacha!, te llamo para decirte
que si te casas conmigo, seremos los dos felices.
—En este mismo momento no le puedo contestar,
porque el asunto es mu serio y lo tengo que pensar.
—Pos si te casas conmigo, tú te tienes que alegrar,
que estoy solito en el mundo: para ti es mi capital—.
Pues en este mismo momento, la joven le contestó:
—Yo tampoco tengo a nadie—. Y le aceptó la petición.
—Pues dime cómo te llamas y del pueblo dónde eres,
para mandar enseguida que nos manden los papeles.
—Me llamo Isabel Fernández y mi madre Encarnación,
soy del pueblo Cartagena, mi padre me abandonó—.
Y al oír estas palabras, rodando al suelo cayó.
—¡Cómo has venido a mis brazos, hija de mi corazón!
¡Hija de mi corazón, qué alegría era encontrarte!
Pa ti se acabó el teatro, ya tienes aquí a tu padre.
El público que me escuche que quede bien enterado,
que por una mala lengua cuántas cosas han pasado.