Audio
Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
El informante cecea.
El informante indica que lo cantaba de pequeño junto con sus hermanas, que tocaban la zambomba.
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00024B 07).
Bibliografía
IGRH: 0175
Otras versiones de "Mariana Pineda"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
AYESTARÁN, L. (1959). Romance de Mariana Pineda en el folklore uruguayo. Marcha, 966 (2), 5B-6B. Recuperado de la Biblioteca Digital Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán.
GÁLVEZ RUIZ, M.ª A. y SÁNCHEZ GÓMEZ, P. (Coords.) (2008). La Granada de Mariana Pineda: lugares, historia y literatura. Universidad de Granada.
GARRIDO CURIEL, F. (2016). Aspectos de la figura histórica de Mariana de Pineda en la cultura artística, literaria y teatral española [Tesis doctoral]. Universidad de Granada.
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, C. (2009). Mariana Pineda en la palabra literaria. En M.ª P. Celma Valero y M. Rodríguez Pequeño (Coords.), Vivir al margen: mujer, poder e institución literaria (pp. 281-289). Universidad de Valladolid.
PEÑA Y AGUAYO, J. de la y VIÑES MILLET, C. (2003). Doña Mariana Pineda: narración de su vida, de la causa criminal en la que fue condenada al último suplicio y descripción de su ajusticiamiento en 26 de mayo de 1831. Granada: Port-Royal.
ROBERTSON, S. (1988). "Mariana Pineda": el romance popular y su 'retrato popular'. Boletín de la Fundación Federico García Lorca, 2 (3), 88-106.
ZARDOYA, C. (1968). Mariana Pineda, romance trágico de la libertad. Revista Hispánica Moderna, 34, 471-497.
¶
Transcripción
Marianita salió de paseo, y al encuentro sale un melitar,
y le dice: —¿Dónde vas, Anita? De tus manos queremos alcanzar.
—De mis manos hacéis lo que quiereis, pero tocar a mi pecho, eso no,
porque, si no, diría la gente: “Marianita ha manchado su honor”—.
Marianita se fue pa su casa, la bandera se puso a bordar:
—Si mi esposo me viera bordando la bandera de la libertad—.
Marianita salió de paseo y al encuentro salen cuatro guardias igual,
y le dicen: —¿Dónde vas, Anita? Vas en peligro, vas a declarar,
Marianita, declara, declara, que si no, morirás, morirás.
—Si declaro, moriríamos munchos, y si no, moría yo na más—.
Y hasta el mismo menistro decía: —¡Quién te pudiera dar libertad!
Ponerle el sufijo delante por decir algo, tos vais a alcanzar—.
Y hasta el más pequeñito decía: —Vente a casa, querida mamá.
—Quitarme mis hijos delante, de manera que no los vea yo,
y dadme una muerte ligera, todo sea por l’amor de Dios—.
El verdugo tiró la cigüeña, su garganta en un hilo quedó,
su cuerpo más puro y más bello, sangre pura le entregó al Señor.
El entierro, que la acompañaban cuatro guardias de seguridad,
una caja de perlas y diamantes, una tumba de oro y cristal.
¡Qué día más triste en Granada, que a las piedras le hicieron llorar,
en ver a la Marianita en la horca por no declarar!