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Bibliografía
IGRH: 0005
Otras versiones de "Silvana"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ANASTÁCIO, V. (1982). Os incipit de Silvana no romance do Conde Alarcos: Considerações. Quaderni Portoghesi, 11-12, 227-239.
GUTIÉRREZ ESTÉVEZ, M. (1978). Sobre el sentido de cuatro romances de incesto. En M. Gutiérrez Esteve, J. A. Cid Martínez y A. Carreira (Coords.), Homenaje a Julio Caro Baroja (pp. 551-579). Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
GUTIÉRREZ ESTÉVEZ, M. (1981). El incesto en el romancero popular hispánico: Ensayo de análisis estructural [Tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid.
MARTÍN DURÁN, A. M. (2016). La denuncia del incesto en el romancero de tradición oral y su función como antídoto de la violencia de género: los romances de Delgadina y Silvana como referente. En ¡Muerto soy! Las expresiones de la violencia en la literatura hispánica desde sus orígenes hasta el siglo XIX (pp. 43-56). Sevilla: Renacimiento.
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Transcripción
Silvana se paseaba por un corredor que había,
su padre la remiraba por un mirador que había.
—¡Qué bonita es mi Silvana!, de oro te vistería,
y una nochecita o dos dormir contigo quería.
—Y las llamas del infierno, padre, ¿quién las pagaría?
—En Roma hay un papa santo, todo lo perdonaría.
—Y en el cielo un solo Dios, padre, nos castigaría—.
Silvana se entró pa dentro, triste y descoloría,
le ha preguntado la madre: —¿Qué te pasa, hija mía?,
siendo tu cara una rosa y estás tan descoloría.
—A usted se lo voy a dicir, a otra no se lo diría,
que el canalla de mi padre dormir conmigo quería.
—Eso lo remedio yo si tú quieres, hija mía,
que yo me ponga tu ropa y tú te pongas la mía,
que yo me acueste en tu cama y tú te acuestas en la mía—.
Esto de la medianoche, por las salas se sentía:
—(Y) arrímate, mi Silvana, arrímate, Silvana mía,
arrímate, mi Silvana, reina de tos mis castillos,
que estás tan estropeada como si tuvieras hijos.
—¿Cómo no quieres que esté si ha tenido mis tres hijas?
La primera fue Constanza, la segunda fue Lucía
la tercera fue Silvana, la que por mujer querías.
—Perdóname tú, mi esposa, perdóname, esposa mía,
que es tanto lo que la quiero, que en el sueño la tenía
y la sangre de mis venas la que por mujer quería.