Juanillo el Tejero

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 2072r

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Bibliografía

IGRH: 0000

Otras versiones de "Juanillo el Tejero"

Atero Burgos (2003: n.º 202); Benítez Sánchez (1999: p. 304), Pimentel García (2020: n.º 789).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

Calla Ancha de Madrid     habita una madrileña

con dos criadas muy guapas,     una se llama Carmela,

una se llama Carmela     y otra se llama Mercedes

y el Salvador del Tejar     hace tiempo que la quiere.

Ha subido para arriba     y ha roto tos los cristales

y Mercedes que lo oye     ha dado un grito muy grande:

—¡Ay, Salvador, vete de aquí,     tú sabes que no te quiero,

tú vas a tener la culpa     de que me vaya a mi pueblo—.

Al otro día de mañana,     Mercedes se preparó

y en el correo de las dos     para su pueblo marchó.

Estando en estas palabras,     Salvador se presentó

con un revólver en la mano,     pa Mercedes dirigió.

—¡Ay, Salvador, no me tires!,     ¡ay, Salvador, no me mates!,

déjame que me despida     de la pobre de mi mare.

—No digas que no te tire,     no digas que no te mate,

lo que tú has hecho conmigo,     eso no lo hace nadie—.

Estando en estas palabras     dos tiros le disparó,

uno le ha dado en el pecho     y otro en el corazón,

y otro iba pa Carmela     y el aire se la llevó.

La montaron en un coche,     subieron la calle arriba

a casa de don Cristóbal     para curarle la herida.

Al llegar a puerta del médico,     un grito se le escapó:

—¡Qué lástima de muchacha,     que no tenga salvación!—.

En las ansias de la muerte     la mano se miró

y un anillo que tenía     al suelo fue y lo tiró.

—Carmela, toma mi bolsa     y se la das a mi mare

y le dices que yo he muerto     de unas calenturas grandes.

No he muerto de calentura     ni tampoco enfermedad,

que he muerto de dos tiritos     de Salvador del Tejar.

Resumen de "Juanillo el Tejero"

Un individuo se siente atraído por una de sus dos criadas. Cierto día, rompe los cristales del balcón de su aposento e intenta forzarla, pero la joven defiende su honor con rabia y le confiesa que partirá a su pueblo lo antes posible. Al día siguiente, mientras espera en la estación junto a la otra criada de la casa, es abordada por su señor, quien le dispara varias veces. Antes de morir, la muchacha le confía su bolso a la otra sirvienta y le pide que se lo entregue a su madre, a quien debe decirle que ha muerto a causa de unas calenturas.