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Cortijo Los Mutumentos había un cierto arrendatario
con su mujer y sus hijos, hombre de gran operario.
Era Andrés Redobladillo hombre de gran confianza,
veinte años de servicio llevaba en aquella casa.
El dieciocho de julio, cuando tranquilas dormían,
con navajas castilleras sobre ventanas caían.
El Viva se enconó dentro con navajas castilleras
y a la cama de la joven se dirige como fiera.
Dolores, que despertó, su defensa fue gritar
y para aplacar el llanto le dio una gran puñalá.
Cuando vio Redobladillo que los gritos se acabaron
a la cama de la joven se dirige como un rayo.
—Despierta, rosa de Venus, ahora que no están tus padres,
despierta y nos iremos camino de Buenos Aires—.
Y la joven le contesta, maldiciendo su destino:
—Yo reniego de tu nombre por ser un loco asesino—.
La vista se le nubló y el corazón palpitaba
al ver que no podía ser lo que tanto deseaba,
la navaja castillera en la mano la empuñó,
la cabeza de la joven del cuerpo la descolgó.