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Notas
La informante asegura que aprendió esta oración de la señora encargada de sellar las cartillas de racionamiento durante la posguerra, cuando ella contaba unos 15 o 16 años.
Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Agradecemos la colaboración de Miguel Cuadros Arias, responsable del Centro de Adultos de Peal de Becerro (Jaén), y de Jovita Rodríguez Bautista, coordinadora de Centros de Adultos de la comarca de la Sierra de Cazorla.
Transcripción
El mes de María es santo,
hermoso, no tiene fin.
Se alegra de ver el campo
como si fuera un jardín.
Un jardín es más bonito,
el campo es mucho mejor;
es creado por Jesucristo
para la alimentación.
De tanto y tanto cristiano
que en este mundo existimos,
tanto el rico como el pobre
el pan deseamos lo mismo.
¿Dónde tenemos el pan?
En esos hermosos campos.
Y unos dicen “mis siembras”.
Si Dios no quiere regarlos,
decid qué es lo que tenemos.
Nada podemos decir,
que todo es de Jesucristo,
que es el que lo tiene aquí.
Si no lloviera nada,
no tendríamos aceite,
ni otras muchas cositas,
trigo y cebada.
Y ese sol tan quemando
que manda luego
para poder secar
los sementeros;
que si no se secaran,
ni se podrían trillar
ni se segaban.
¿Y el aire que nos manda
para el ablento?
¿Ablentaríamos mucho
con soplos nuestros?
Apenas sacaríamos
para un mal alimento.
¿A quién debemos esto?
A Dios, que no lo vemos
y es padre nuestro,
ni lo podemos ver
hasta el día en que morimos,
tiniendo buenas obras
y él, buena fe.
Estamos en el mundo
mu resabiados;
a Dios no le queremos
ni respetamos.
El castigo tenemos
por ser tan malos:
muchas enfermedades,
cortos los años.
Pone Dios buena siembra;
no la apreciamos.
Con sus yelos y secas
da pellizquitos,
como hacen los padres
con sus hijos.
Si no los obedecen
dan más palizas,
fuertes porrazos.
Y Dios castiga doble
con sus mangas de fuego,
centella y rayo.
Nosotros no valemos
lo que hemos dicho;
nuestro cuerpo es comido
por muchos bichos.
El alma es la que vale
estando limpia;
goza de las delicias eternamente
aquel día tan tremendo
de nuestra muerte.