Una joven que servía     en la casa de un marqués,

se enamoró locamente     el hijo del rico aquel.

Con promesas y juramentos     (y) a la joven conquistó,

y una noche entró en su cuarto     y el ingrato la engañó.

Y una tarde     que ella estaba en el jardín,

llegó el amante cobarde     y le dice a la joven así:

—Mis padres se han enterado     (y) de nuestro puro amor,

quieren echarte a la calle     y yo le he dicho que no—.

La muchacha al oír eso,     de pena se echó a llorar

diciéndole: —Pepe mío,     yo sé que me dejarás.

Muy pronto tendré yo un hijo,     muy desgraciado será,

no va a tener el angelito     a quién decirle “de usted, papá”—.

Desde aquel día funesto     que a la calle lo tiró,

no sosiega ni un momento     y lo busca con tesón.

(Y) han pasado siete años,     por fin los pudo encontrar

(y) en la casa de un obrero     a quien le dice “papá”.

Y el señorito lo coge     y le ha hecho creer

que es su padre verdadero     y que se vayan con él.

Pero el niño le contesta:     —Ha sido usted un criminal,

yo me voy con este obrero,     quiero a este obrero, que es mi papá.