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Notas
En esta versión, la informante se ayuda de una hoja escrita para no olvidar el romance.
Bibliografía
IGRH: 0218
Otras versiones de "El corregidor y la molinera"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ARMISTEAD, S. G. y SILVERMAN, J. H. (1972). El corregidor y la molinera: Some Unnoticed Germanic Antecedents. Philological Quarterly, 51(1), 279-291.
ARMISTEAD, S. G. y SILVERMAN, J. H. (1972). El corregidor y la molinera and its German Ancestor: Schumacher und Edelmann. Jahrbuch Für Volksliedforschung, 17, 49-69. https://doi.org/10.2307/847171
FEITO, J. M.ª (1960). La canción del corregidor y la molinera. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos,14(39), 119-124.
MÁRQUEZ VILLANUEVA, F. (1990). Para la tradición de El molinero de Arcos. En E. Rodríguez Cepeda, Actas del Congreso Romancero-Cancionero. UCLA (1984), vol. I. (pp. 97-120). Los Ángeles-Madrid: José Porrua Turanzas.
PEDROSA, J. M. (1995). La lozana andaluza, El corregidor y la molinera y un manojo de fábulas eróticas viejas y modernas. En Las dos sirenas y otros estudios de literatura tradicional (De la Edad Media al siglo XX) (pp. 253-281). Madrid: Siglo XXI.
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Transcripción
En cierto lugar de España había un molinero honrado
que ganaba su sustento en un molino arrendado,
y era casado con una moza que era una rosa y era tan bella,
que el Corregidor, niña, se prendó de ella.
La visitaba y la festejaba hasta que un día
le declaró el asunto que pretendía.
Respondió la molinera: —Vuestros favores admiro,
pero temo que mi esposo nos atrape en el garito,
porque el maldito tiene una llave
con la cual cierra, con la cual abre
y si viene y nos coge tendré un gran susto
porque es un hombre muy vengativo, cruel y altivo y como le agravien,
no se le hará ninguno que no se lo pague—.
Respondió el corregidor: —Yo puedo hacer que no venga,
enviándole al molino cosa que a él le entretenga,
pues como digo, lo que le mande será de trigo porción bastante,
que lo muela esta noche que es importante
para que la idea que tengo oculta bajo la multa de doce duros
y con esto podremos estar seguros—.
Consintió la molinera y luego sin más porfía
el corregidor dispuso todo lo que dicho había.
Pero aquel día del caso vino a este molino
un pasajero que tenía el oficio de molinero.
Viendo la orden le dijo airoso:
—Si usted está ansioso para irse, amigo,
váyase, que sin falta moleré el trigo—.
Le agradeció el molinero y arrancó como un cohete
y a las doce de la noche llega a su casa y se mete en su retrete,
cuando en su cama vio a la dama sin mucho empeño
y al corregidor, ambos dados al sueño.
Y en una silla muy recogido todo el vestido sin faltar nada,
reloj, capa, sombrero, bastón y espada.
El molinero se puso con contento y alegría
del corregidor el traje y dejó el que traía.
Para su casa tomó la guía
por ver si pasa llamó a la puerta,
le abrió un criado que estaba alerta.
Y como iba tan disfrazado, sin ser notado se entró en la cama
con la corregidora, que es linda dama,
a la que por desquite y porque le agradaba,
era tanto lo que hacía que un punto no la dejaba.
Como extrañaba la corregidora desorden tanto
llena de espanto dijo al molinero —¿Qué novedad es esta, esposo?
que en otras noches con tal violencia no anduvo el coche—.
Y le respondió: —Hija, ten paciencia—.
Despertó el Corregidor y el ver la hora procura
pero al buscar el reloj, extraña la vestidura
y con amargura la molinera toda se altera y ha respondido:
—¡Ay, señor, que es la ropa de mi marido!
Y no sé ahora dónde se oculte o se sepulte que él no lo entienda,
yo me voy con usía que me defienda—.
El corregidor temblando, que el miedo le acobardaba,
en vestirse no se tarda para volver a su casa.
Con capa parda, toda jirones, chupa y calzones
con mil remiendos, las polainas atadas con unos vendos,
y unas abarcas de paño con una estaca y una montera
se fue a su casa y síguele la molinera.
Llegó llamando a la puerta y nadie le respondía,
tanto llamó que de dentro preguntan qué se ofrecía.
Y él le decía alto y tirano: —¿No me conoces?, que soy tu amo.
¿Cómo no abres la puerta cuando te llamo?—.
Dijo el criado: —Calle y no muela
vaya a su abuela con esa trama.
¡Ea, calle!, porque mi amo está durmiendo ahora en su cama—.
Se estuvieron en la puerta hasta las siete del día
los dos toda la mañana. Suerte, tirano, pues al citado
muy afrentado con gran paciencia
sufrió tras los cuernos la penitencia.
Y ella lo mismo en compañía pues no sabía dónde encubrirse
hasta que el molinero quiso vestirse.
Viendo la corregidora que aquel no era su marido
se arrojó de la cama y dijo: —Atrevido, atrevido
¿cómo has entrado y profanado mi gran decoro?
¿Quién te dio el traje de mi marido que me has perdido?
Y con gran modo le respondió: —Allá fuera, lo sabrás todo—.
Le salieron a la calle y, cuando todos se vieron,
porque nadie lo notase, en la casa se metieron
y dispusieron como hombres sabios que sin agravio por el desquite
se celebre el suceso con un convite
porque en la corte, con el dinero
hay más corregidores que molineros.