Inés Marcela

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Notas

Se repiten los versos 6, 16, 20, 24, 28, 30, 32 y 38.

Bibliografía

IGRH: 5131

Otras versiones de "Inés Marcela"

Alonso Fernández et alii (2017: n.º 29); Atero Burgos (2003: n.º 192); Barrios Manzano y Jiménez Rodrigo (2002-2003: n.º 108); Benítez Sánchez (1999: p. 281); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1995: n.º 26); Fraile Gil (2013: n.º 67); Majada Neila (1984: n.º 87); Manzano Alonso (2003: p. 550); Moreno Moreno (2016: n.º 162); Pimentel García (2020: n.º 157); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1986: p. 134).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

FERNÁNDEZ BARJOLA, M.ª I. (2007). El crimen de Don Benito en la literatura regional. En F. Hermoso Ruiz (Coord.), VIII Congreso de Estudios Extremeños (pp. 2099-2115). Badajoz: Diputación Provincial.

Transcripción

(Y) en el pueblo Don Benito,     provincia de Badajoz,

allí vive Inés María     con su madre Catalina,

que era la mujer más guapa     que dentro provincia había,

y aquellos dos criminales     siempre me la perseguían.

Un día en misa de once     don Carlos le quiso dar

un besito a Inés María     y ella le dio una guantá.

—Esta guantá que me has dado     te la tengo que pagar,

o te corto la cabeza     o te mato a puñalás.

Y a las once de la noche,     llamó el sereno a su puerta.

Ha llamado a Inés María     y su madre le contesta:

—¿Qué se le ofrece, sereno,     a estas horas por mi puerta?

—Me se ofrece un vaso de agua,     la caja y el botiquín.

—Tómalo por la ventana.      —Yo lo quiero por la puerta—.

Estando en esas palabras     don Carlos se le presenta.

—Buenas noches, Catalina,     sabes a lo que bemos entrado,

que me entregue usted a su hija,     que para eso soy mandado.

—No lo permita ni Dios,     ni los ángeles del cielo

que yo le entregue mi hija     por la ilusión del dinero—.

Le ha dado dos puñaladas     y ha saltao por lo alto de ella

y ha saltao por lo alto de ella     y se ha ido a la otra sala.

—Entrégate, Inés María,     que tu madre ya murió.

—Esté muerta o no esté muerta     a usted no me entrego yo.

—Entrégate, Inés María,     o te corto la cabeza.

—Córtamela usted, don Carlos,     quiero morir con vergüenza—.

Los palillos de las sillas     pegados a la pared,

al ver si alguna vecina     la querían favorecer.

Las vecinas de la calle     todas pagado tenían

que no habían querido oír     los gritos de Inés María.

La caja de Catalina     bordada con cintas negras

por afuera va bonita     y daba pena de verla.

La caja de Inés María     bordada con cintas blancas

por afuera va bonita     y por dentro escuartizada.

Al pasar por el colegio     donde ella se educó,

salieron todas las niñas     como caso de dolor.

Unas le ponen coronas     y otras le ponen las palmas,

y a eso salió la maestra     y a la caja se le abraza.

—Vaya con Dios, Inés María,     junta con tu madre vas—.

Los tunos, los criminales,     llevan la cinta agarrá.

Las flores del camposanto     se daban unas con otras

viendo que los criminales     iban a hacerle la autopsia;

las flores del camposanto     se mudaron de color

en ver que los criminales     iban  hablando los dos.

Tres veces encendió el cigarro     tres veces se le cayó.

—No echarle la culpa a nadie     que el criminal he sido yo—.

El alcalde de este pueblo     cumpliera con su deber,

cuatro tiros le pegara a to     el que mate a una mujer.

Resumen de "Inés Marcela"

Un individuo adinerado se enamora de una bella costurera. Él intenta ofrecerle dinero a cambio de su amor, pero ella lo rechaza. Un día al salir de misa, la besa. Ella le da una bofetada y él la amenaza. Esa misma noche, envía al sereno a casa de la muchacha con la excusa de pedir agua o una caja de herramientas. Cuando la madre de la joven abre la puerta, se encuentra con el pretendiente rechazado, que le ordena que le entregue a su hija. Como esta se niega, la asesina. Acto seguido, se acerca al cuarto de la joven y trata de deshonrarla a punta de navaja. Ella pide el favor del sereno, pero este asegura que no puede ayudarla porque está amenazado de muerte. Entonces, golpea las paredes de la casa con las sillas para llamar la atención de las vecinas, pero ninguna sale a socorrerla. Finalmente, muere apuñalada. Al día siguiente, una mujer que les llevaba la leche a diario descubre el crimen. Se celebra el entierro de madre e hija. Las compañeras y la maestra de la joven costurera adornan el ataúd. El criminal va en la comitiva. En algunas versiones, detienen al asesino.