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Bibliografía
IGRH: 0701
Otras versiones de "Novio asesinado"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ATERO BURGOS, V. y VÁZQUEZ RECIO, N. (1998). Espacios y formas rituales de lo femenino en el romancero tradicional. Estudos de Literatura Oral, 4, 9-22.
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Transcripción
En Sevilla hay una casa, dentro una preciosa dama.
Como los rayos del sol, tiene la dama la cara.
La dama no tiene novio, pero eso no importa nada,
casamiento no le falta con quien la joven igualara.
Dentro de su casa vive un joven con mucha gracia,
joven que con su jornal mantiene toda su casa.
Él se ha enamorao de ella y ella de él está enamorada,
con los ojos se decían lo que su pecho encerraban.
Una noche se pusieron por una alta ventana
y otra noche dice él: —¡Qué bonita eres, dama!,
sabe que tengo gran pena, también te diré la causa,
que ayer te pidió don Pedro, (y) hombre de mucha importancia—.
La niña le ha contestado resuelta y determinada:
—(Y) al no casarme contigo, con nadie, dueño del alma—.
Él se arretira de ella porque era de madrugada,
sentían de levantarse a criados y a criadas.
Ella se va para dentro que su madre la llamaba:
—Ven acá, hija querida, ven acá, hija del alma,
por si me muero esta noche, que quedes bien enterada.
Tú te casas con don Pedro, tú serás afortunada
y serás la más feliz que por todo el mundo haya.
—Madre, no piense usted en eso que yo estoy mu bien en casa;
cuando yo salga de aquí, ha de salir amortajada—.
Don Pedro se entera de eso y ha hecho una mala causa
y ha mandado a cuatro hombres donde el joven se encontraba,
y le han dado muerte a aquel hombre sin tener culpa de nada.
Ella no lo quie creer, ella se revuelca en la cama,
ya se tira del cabello, ya se revuelca en la cama
y ha subío una prima a verla, (y) una prima a consolarla.
—No llores, prima querida, no llores, prima del alma,
si a ese hombre lo han matado, Dios le perdone su alma—.
La prima se ha reflejado sobre su blanca almohada,
por el lao del corazón sangre pura le brotaba.
Sale la prima corriendo, corriendo que reventaba.
—Tita, la prima se muere, que la muerte son las ansias
y avísadle al confesor para que venga a confesarla—.
Cuando el confesor llegó ya la dama muerta estaba
y a la mañana siguiente cada uno iba en su caja,
él, que parecía un sol y ella una rosa trempana.
¡Ay, padres que tengan hijos!, no quitarle sus deseos,
que en cuestiones del querer, no ilusiona ni el dinero.