En una casa de campo

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 2374r

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Bibliografía

Otras versiones de "En una casa de campo"

Alcalá Ortiz (2006: pp. 66-69); Atero Burgos (2003: n.º 298).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

Dame tu luz, san Antonio,     dame tu gracia también

para poder explicar     las crudezas que se ven,

para poder explicar     el más horroroso caso

que se iba a disputar     en una casa de campo.

En una casa de campo,     un matrimonio vivía.

Tan grande era su pobreza,     nada de comer tenían.

Tenía este matrimonio     cinco hijos, por su suerte,

que fue el caudal que le dio     nuestro Dios emnipotente.

Este padre que no tiene     pan que darle a sus hijos

(y) un día, desesperado,     un día, aburrido, dijo:

—Ya no soporto más penas     ni nada repararé,

si el amo no da sustento,     su hacienda le entregaré—.

Se fue el labrador al pueblo     a hablar con el caballero:

—Si usted no me da dinero,     yo su hacienda se la entrego.

—Dinero yo le pueo dar,     aparcero, si usted quiere,

pero me tienes que dar     un hijo de los que tienes—.

Se fue el labrador a su casa     y se lo da a su mujer.

—¿De dónde es este dinero?     —Tú, cógelo y cállate,

tú, cógelo y cállate,     lugar tienes de saberlo—.

A los tres o cuatro meses,     se le termina el dinero,

de seguida el labrador,     más le pide al caballero.

Tres cantidades de dinero     el caballero le dio

y le dice: —Aplacero,     el plazo ya se cumplió,

ya me tiene usted que dar     la medecina importante

yo quiero recuperar     mi salud en adelante—.

Se fue el labrador a su casa     y se lo da  a su mujer.

—¿De dónde es este dinero?     Ya lo tengo que saber

ya lo tengo que saber,     ya me tienes que enterar

porque sé que tú no tienes     condición para robar.

—Como sé que estás en duda,     todo te lo voy a contar:

tú sabes que es nuestro amo,     el que todo nos lo da.

Tú sabes que nuestro amo     tiene una tisis encendida,

por eso dineros da     para su salud y su vida.

—(Y) has hecho bien de enterarme,     conforme soy yo también,

con el trato y condición,     que yo lo ha de disponer—.

Se fue el labrador al pueblo     a hablar con el señorito

entre su mujer y él     lo que habían convenido.

—Válgame Dios, aplacero,     y la ignorancia nos lleve,

me has estropeado el asunto,     no me fío de mujeres.

—Puede usted vivir tranquilo,     que a todo se ha conformado,

pero me ha dicho que el niño     ha de morir en sus brazos.

Y otra cosa también dice,     que si le juegan su hazaña

tiene que morir en sus brazos     el hijo de sus entrañas,

otra cosa también dice,     que de día no será,

que pasan los leñadores     y se pueden enterar—.

Se fue la mujer al pueblo     a dar conocencia de él,

a poner aquel asunto     en conocimiento juez.

—Señor juez, vengo a decirle     que el traidor de mi marido,

de cinco hijos que tengo,     el más chico me ha vendido

y esta noche, según dicen,     le quieren jugar su hazaña,

quieren quitarle la vida     al hijo de mis entrañas.

—Si es verdad lo que usted dice     y usted no me engaña a mí

esta noche a su cortijo     irá la guardia civil.

—No, señor, yo no lo engaño     y yo no lo engaño a usted,

para quedar más conforme     una señal le daré,

que al coger al niño en mis brazos     “¡ay, Dios mío!”, yo diré—.

A las once de la noche,     los niños dispiertos estaban

y el padre a los mayores     les dice que se acostaran.

Todos los niños llorando     formaron una pretesta.

—Nosotros nos acostamos     y este niño no se acuesta—.

—Este niño no se acuesta,     este ya se acostará,

porque la hora del lecho     se está aproximando ya—.

Y a las doce de la noche     ya está todo prevenido,

y al coger al niño en sus brazos     dice la madre: “¡ay, Dios mío!”

y los civiles que estaban,     como ya estaban alerta,

daban porrazos muy fuertes,     querían derribar la puerta.

Tuvieron que abrir corriendo,     quedó el caso en tal estado,

el niño ha quedado vivo     y el padre amaniatado.

A un mismo tiempo la guardia,     le decía a la mujer:

—Senténcielo usted a su marido     que es usted el único juez—.

La mujer lo ha sentenciado     que lo echen a una hoguera,

que lo echen a una hoguera     y que muera achicharrado.

Resumen de "En una casa de campo"

Un matrimonio pobre vive con sus hijos en una casa de campo. El padre, desesperado porque no tienen qué comer, acude a la ciudad para darle un ultimátum al dueño de las tierras. Este le propone un trato: debe venderle a uno de sus hijos, pues padece un tipo de tisis cuya única cura se halla en consumir sangre de niños. El labrador acepta y marcha a su casa con una buena cantidad de dinero. Su esposa sospecha, pero él le pide que no le haga preguntas. Meses después, el labrador llega a casa con más dinero. Su mujer, extrañada, vuelve a interrogarlo acerca de su procedencia. Este le confiesa la verdad y ella finge estar de acuerdo con el trato. Acuerda con su marido la forma en que deben llevar a cabo el asesinato de la criatura y este se acerca hasta la ciudad para informar a su señor, quien se muestra excéptico. En ausencia de su marido, la mujer acude al pueblo, donde da parte a la justicia de las intenciones de su esposo. El juez envía a una pareja de guardiaciviles al cortijo. A la hora convenida para el asesinato, los agentes irrumpen en la casa y arrestan al criminal. Le piden a la mujer que lo condene y esta lo sentencia a morir quemado en la hoguera.