Los mozos de Monleón

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 2378r

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Bibliografía

IGRH: 0371

Otras versiones de "Los mozos de Monleón"

Alcalá Ortiz (2003: n.º 3838); Alonso Fernández y Cruz Casado (2003: n.º 44); Álvarez Cárcamo (2019: 16.8); Atero Burgos (2003: n.º 114); Benítez Sánchez (2000: p. 257); Checa Beltrán (2005: n.º 26); Díaz (2007: F.18); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1990: pp. 33-35); Fraile Gil (2013: n.º 64); Fraile Gil (2016: n.º 92-93); Manzano Alonso (2003: p. 391); Mendoza Díaz-Maroto (1990: n.º 132); Moreno Moreno (2016: n.º 116-118); Pimentel García (2020: n.º 435); Piñero Ramírez (1996: n.º 111); Piñero Ramírez (2004: n.º 75); Piñero Ramírez (2013: n.º 72); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1987: n.º 94); Salazar (1999: n.º 45); Trujillo Pacheco (2017: n.º 71); Valenciano López de Andújar (1994: n.º 120).

Contaminaciones y engarces

Los mozos de Monleón + La criada y el señorito (ATO, 00038 18); Los mozos de Monleón + Muerte del torero José Gómez «Gallito» (Rico Beltrán, 2009: n.º 53).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

CARRIL RAMOS, A. (1982). Los mozos de Monleón. En las obras literarias, cancioneros y estudios romancísticos. Revista de Folklore, 17, 166-169.

DÍEZ RODRÍGUEZ, M. y DÍEZ TABOADA, M.ª P. (2005). Antología comentada de la poesía lírica española. Madrid: Cátedra.

GARCÍA MATEOS, R. (1986). Notas varias de tres versiones del romance de Los mozos de Monleón. Revista de Folklore, 67, 13-16.

GOMARÍN GUIRADO, F. (1977-1978). Los mozos de Monleón, una variante. En Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore "Hoyos Sainz" (pp. 179-190). Santander: Diputación Provincial.

PUERTO, J. L. (1988). Los mozos de Monleón: Oscura tragedia ritual. Revista de Folklore, 95, 154-159.

Transcripción

En la provincia de Murcia     habitaba una viudita

que tan solo tenía un hijo     para hacer lo de su vida.

El muchacho ha salido     un poquito aficionado,

que quería ser torero     pa matar los toros bravos.

Un domingo por la tarde     a su madre le decía:

—Madre, dame usted la ropa,     que me voy a la corrida.

—La ropa no te la doy,     a la corrida no vas,

porque son toritos bravos     y a ti te pueden matar.

—Si usted no me da la ropa,     yo la pideré emprestá

para ganar la alternativa     para poder torear—.

Ya se pusieron en la plaza     cuatro mozos bien plantaos,

preguntaron por los toros,     los toros están encerraos.

Ya salió Manuel García     (y) a torear al toro negro

y le ha metido un arranque     (y) en el costado izquierdo.

Del arranque que le dio,     le traspasó el corazón,

que aunque no murió en el acto,     pero muy poco duró.

Ya lo llevan para arriba,     ya lo bajan para abajo

y en la puerta la Victoria     (y) allí pararon el carro

y el pobrecito decía:     —Que me muero, que me acabo—.

Ya lo suben para arriba,     ya lo bajan para abajo

y en la puerta la viudita     (y) allí pararon el carro.

—Aquí tiene usted a su hijo,     ya lo puede usted amortajarlo,

(y) aquí tiene usted a su hijo     la maldición que le ha echado—.

La madre que tenga hijos     (y) un consejo le voy a dar:

que no eche maldiciones     que le pueden alcanzar.

A los nueve meses justos     la viudita salió al campo,

berreaba y pateaba     como aquel torillo bravo.

Resumen de "Los mozos de Monleón"

Una madre viuda quiere con locura a su único hijo. Cierto día, este le pide que le deje ropa para ir a torear. Su madre se opone porque tiene miedo de que muera en la plaza y, ante la insistencia del hijo, lo maldice para asustarlo y que así desista de su intento: le asegura que si va a la corrida, lo traerán muerto en un carro. El hijo busca ropa prestada y acude a la corrida. En algunas versiones, cuando los mozos se dirigen hacia la plaza, el caporal les aconseja que no entren a torear porque el toro es demasiado bravo. Durante la corrida, el toro empitona al muchacho y muere. En ocasiones, el moribundo pide confesión y los mozos tratan de llevarlo a la iglesia o llaman al sacerdote para que se presente en la plaza, pero no llegan a tiempo. Recogen el cuerpo sin vida del aficionado, lo suben en un carro y se acercan a la puerta de la viuda, a quien se lo entregan para que lo amortaje. La mujer se lamenta de haber maldecido a su hijo. A los pocos días, enloquece y sale al campo bramando como un toro. El narrador aconseja a las madres que no maldigan a sus hijos.