Estaba de enfermera     (y) en un hospital

curando un herido     grave militar.

Al día siguiente,     solitos los dos,

un beso me pide,     (y) un beso de amor.

—Dámelo, hermanita,     y me curaré;

dámelo, hermanita,     y me pondré bien.

Como me lo pide     con tanta ansiedad,

que dárselo tuve     por la caridad.

Él se puso bueno,     yo le supliqué

que a nadie dijera     que yo lo besé,

que tuviera suerte     y felicidad

y que se portara     como un militar.

Al año siguiente     tuve carta de él,

que lo habían hecho     teniente coronel.

Por ciertos papeles     pronto los rompí

porque me decía:     “Tú eres para mí”,

porque me decía:     “Yo soy para ti.”

Al día siguiente,     pensativa yo,

y la superiora     la oí decir: “Leonor”.

Y al oír mi nombre,     me desmayé yo

y él, que estaba al lado,     fue y me recogió.

—Levanta, Leonor,     levanta de aquí,

que a las doce en punto     estoy yo aquí por ti.

La casa la tienes     toda prepará

con todo el servicio     para un general.