Profecía

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Clasificación

Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 2423c

Informantes

Recopiladores

Notas

El informante lo llama “Mi profecía” e indica que lo aprendió cuando hacía la mili en Algeciras.

El informante engarza diferentes partes del poema “Profecía” de Rafael de León.

Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Agradecemos la valiosa colaboración de la Asociación Cultural Cañamares de Chilluévar.

Transcripción

Me lo dijeron ayer

las lenguas de doble filo

que te casaste hace un mes

y me quedé tan tranquilo.

 

Otro cualquiera en mi caso

se hubiera echao a llorar

y yo me crucé de brazos

y dije “si me da igual”.

 

Y nada de darme un tiro,

ni enredarme a maldiciones,

ni apedrear con suspiros

los vidrios de tus balcones.

 

¿Qué? ¿te has casao? Buena suerte.

Vive cien años contenta

y a la hora de la muerte

que Dios no te lo tenga en cuenta.

 

Porque si al pie de los altares,

mi nombre se te borró,

por la gloria de mi madre,

que no te guardo rencor.

 

¿Qué tiene el niño, Malena,

que anda como trastornado?

Y la carita de pena

y el colorcillo quebrado.

 

Si él ya no juega a la peonza

ni tira piedras al río,

ni se destroza la boca

subiéndose a coger nidos.

 

Mira que soy perro viejo

y estás demasiao tranquila.

¿Quieres que te dé un consejo?

Vigila, mujer, ¡vigila!

 

Y fueron dos centinelas

los ojillos de mi madre

cuando salí de la escuela

a tirar por los olivares.

 

¿Y qué buscará allí?

Una niña  (…)

con el mismo tiempo

que José Miguel.

 

/.............../.............../

(…) no le riñas,

que eso es que empieza a querer.

 

Mi padre lió un cigarrillo

y se enteró de tu nombre,

te compró a ti unos zarcillos

y a mí, un pantalón de hombre.

 

No te dije que te doy,

pero amarré a tu balcón

mis lazos de seda y oro

de primera comunión.

 

Y tú, fina y orgullosa,

ofreciste en recompensa

dos cintas color de rosa

que engalanaban tus trenzas.