Canto a la mujer cordobesa

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Es un versión de un poema de Julián Sánchez-Prieto, “El pastor poeta” (Ocaña, 1886-Colmenar Viejo, 1979), perteneciente a su obra de teatro Un alto en el camino (1928). Vid. “Ayer fue enterrado el pastor poeta”, El País, 1050 (19-9-79). Se popularizo a partir de la versión “Romance a Córdoba” de Pepe Marchena.

Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Agradecemos la valiosa colaboración de la Asociación Cultural Cañamares de Chilluévar.

Transcripción

Es morena y cordobesa

y tiene aire de sultana

y corazón de princesa.

/.............../.............../

 

Si la viera a caballo,

en Córdoba la encontré.

¿En Córdoba? sí, allí fue.

Cuando en la feria de mayo

las treinta mulas compré.

 

Comentando la corría

en la que Antonio Cañero

sacando su jaca herida

puso el rejón más certero

que había puesto en la vida.

 

Estábamos Paco Gil,

Pedro, el de Puente Genil,

y el niño sabio de Lora

en la puerta el mercantil

tomando una "pastora".

 

/.............../.............../

¡Qué trajín! ¡Qué algarabía

con el bullir que no cesa,

la gracia y soberanía

de la mujer cordobesa!

 

/.............../.............../

Como reguero de hormigas

las mujeres paseaban

todas en el pecho llevan

flores en lugar de espigas.

 

Entre mujeres y flores

pasaban los domadores

por delante de nosotros

luciendo sobre sus potros

los atalajes mejores.

 

¡Vaya coches! ¡Vaya troncos,

donde los caballos broncos

mostraban todo su brío!

Los cocheros iban roncos

de tanto hablarle al gentío.

 

Entre aquella animación,

un grito de admiración

alarmó a la gente seria

cuando por la Concepción

se vio subir de la feria.

 

El cuerpo más elegante

(…) y más serrano

que del sol viera la luz

sobre un potro jerezano

del mejor hierro andaluz.

 

Pues mira si llevaría

el potro con gallardía,

que hasta el mismo Cañero

tiró a su paso el sombrero

diciéndole una alegría.

 

Cuerpo de gitana, reina llegó,

entre palmas y olés,

espuelas de oro lucía en sus pies,

y por corona y por peineta,

un sombrero cordobés.

 

Le dio dos vueltas al paseo.

El potro con su braceo

no cabía en la ancha calle.

Y al compás del manoteo

quebraba su lindo talle.

 

Y aquella mujer preciosa,

de hermosura tan completa,

se iba meciendo orgullosa

como en la mejor maceta

se mece la mejor rosa.

 

Hablé con ella, fue mía.

Puse en ella mi alegría,

mis afanes y mis penas

y hoy por su gusto daría

más sangre que hay en mis venas.

 

Sé que no me pertenece,

ni ella es de mi condición,

¡pero ya no hay solución!

¡El hombre siempre obedece

cuando manda el corazón!