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IGRH: 0000
Otras versiones de "El confesor de su madre"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Elena tenía amores con un chico muy gallardo,
por nombre se llama Flores, por apellido Navarro.
Ellos dos se festejaban, se amaban con ilusión
y por ellos dos quedaba un mundo con gran valor.
Viendo que encinta quedaba viendo que encinta quedó,
viendo que encinta quedaba, le clamaba así al Señor.
Llegó la hora del parto, dándole Dios un varón,
quedando buena en el acto, Elena se levantó
y envuelto en un pañal, lo dejó sobre una mata.
Esta madre criminal se marchó para su casa.
A esto de la medianoche un pastor que allí se hallaba
desde muy lejos sentía que un angelito gritaba.
—Este niño no tiene padres lo vamos a bautizar,
a bautizar a este niño que lo amo con cariño—.
En la catedral del Carmen, el niño allí quedó
y al poco tiempo fue el niño cura de la población.
Una mañana temprano, una señorita entró,
una señora elegante, y al confesor se acercó.
—Padre, yo tengo una pena, que he sido muy criminal,
más horrible que una fiera, mire si he sido fatal,
de tiré un hijo mío el dieciséis de agosto
de mil novecientos cinco en el Barranco del Rostro—.
El cura tan jovencito de rodillas se postró
y le dice a la señora: —Ese hijo lo soy yo—.
Madre e hijo se abrazaron sin poderse contener,
el cura se ha arrodillado, se ha arrodillado a sus pies.
—Madre mía, madre mía, qué desgraciado soy yo,
por haberme descubierto bajo del templo de Dios,
y hasta que te pongas buena a tu lado estaré yo.