En la calle oscura en Madrid,     que por allí nadie transitaba,

un pequeñito recién nacido,     un hermoso perro lo acariciaba.

El animal con el instinto     en cuando en cuando ladraba

a ver si con su ladrido     a aquel niño lo amparaban.

Viendo que no pasa nadie,     el animal comprendía

que arañando en una puerta     alguien le contestaría.

El criado, que lo oye,     de pronto salió a abrir,

quiriéndole castigar,     el perro se estaba allí.

Y de su ropa él le tiraba     para que pronto a la calle saliera,

para que al niño recién nacido,     para que pronto lo recogiera.

Coge al niño en sus brazos,     le dice: — Duerme, angélico,

¿quién será esta mala madre     que comete este delito?

Pasa dentro de la casa     y al amo se lo presenta:

—Mira lo que me he encontrado     en el tranco de la puerta.

—¿Para qué lo has recogido?     No quiero cargos de nadie.

¿Para qué lo has recogido?     (Y) haberlo dejao en la calle.

—Pues yo no tengo ese corazón,     que, aunque soy pobre, soy honrado.

Pues yo me marcho con este niño,     mientras yo viva será cuidado.

Ya se le acaba el trabajo,     ya se le acabó el dinero

y se ha tenido que ir     a un hospital de enfermero.

El día que más tranquilo estaba     una razón urgente mandaron:

que se presentara con aquel niño     (y) adonde mismo lo despacharon.

Coge al niño de la mano     (……………………………………)

—Y oiga usted, mi señorito,     ¿para qué soy llamado?   

 —Quiero que me des este niño;     me pertenece, soy padre.   

Es verdad, lo abandoné,     que mi hija es su madre.    

Y el muchacho al oír eso,     contestó con gran valor:

—Yo me voy con este hombre,     que, aunque es pobre, me crio.