San Antonio y los pájaros

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Notas

Andarríos: Ave limícola del orden de las caradriformes, de unos 20 o 30 cm de longitud, coloración parda y pico y patas largos, que se alimenta de pequeños invertebrados que encuentra picoteando en las orillas de los ríos y lagos y en la arena de las costas” (DRAE, 2014: p. 144)

Corderillas por canderinas: tal vez se refiere al jilguero, llamado cadernera en catalán (Roger Peterson, Guy Montfort y P. A. D. Hollom, Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, 2.ª ed. basada en la edición inglesa revisada y ampliada en colaboración con J. J. Ferguson-Lees y D.J.M. Walace, traducción y adaptación española por Mauricio González Díez, Barcelona, Omega, 1967: p. 337).

Coguajadas por cogujadas: son aves más regordetas y algo más claras de plumaje que las alondras; se distinguen por la cresta larga y empinada y el pico bastante largo ligeramente curvado (Guía de campo..., p. 236)

Bibliografía

IGRH: 0194

Versión publicada en Anaya Flores (2016: pp. 342-343).

Otras versiones de "San Antonio y los pájaros"

Alcalá Ortiz (2003: n.º 4024); Alcalá Ortiz (2006: pp. 138-149); Alonso Fernández y Cruz Casado (2003: n.º 35); Atero Burgos (2003: n.º 71); Barrios Manzano y Jiménez Rodrigo (2002-2003: n.º 130); Benítez Sánchez (1999: pp. 277-278); Benítez Sánchez (2000: pp. 270-273); Checa Beltrán (2005: n.º 21); Díaz (2007: C.1); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1990: pp. 17-21); Esteve Faubel (1998: pp. 1206-1209); Foxo (2011: pp. 68-69); Gómez Garrido (2012: n.º 160); Heredia Menchero (2017: n.º 70); Hernández Fernández (2010: n.º 25-26); Majada Neila (1984: n.º 45, 46); Mendoza Díaz-Maroto (1990: n.º 194); Moreno Moreno (2016: n.º 92); De Mur Bernad (2015: n.º 75, 76); Nieves Martín (2010: n.º 517); Pimentel García (2020: n.º 332); Piñero Ramírez (1996: n.º 69); Piñero Ramírez (2004: n.º 53); Piñero Ramírez (2013: n.º 122); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1986: pp. 126-127); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1987: n.º 79); Rico Beltrán (2009: n.º 102); Schubarth y Santamarina (1986: n.º 74a); Trapero (2000a: n.º 203); Trapero, León Felipe y Monroy Caballero (2016: n.º 198); Trujillo Pacheco (2017: n.º 58).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

RODRÍGUEZ PASTOR, J. (1996). Algunas manifestaciones folkloricas en torno a san Antonio de Padua. Revista de Folklore, 16 (186), 84-98.

TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.

Transcripción

Padre mío san Antonio,     implorad a Dios inmenso

que con tu gracia divina     alumbre mi entendimiento,

para que mi lengua     refiera el milagro

que en el güerto oblaste     de edad de ocho años.

Desde niño fue creado     con mucho temor de Dios,

fue querido de sus padres     y del mundo admiración.

Fue caritativo     y perseguidor

de todo enemigo     con mucho reigor.

Su padre fue un caballero     cristiano, honrado y prudente,

que mantenía su casa     con el sudor de su frente.

Y tenía un güerto     de donde cogía

cosechas y frutos     que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo,     como siempre acostumbraba,

se marchó su padre a misa,     cosa que nunca olvidaba.

Y le dijo: —Antonio,     ven acá, hijo amado,

escucha que tengo     que darte un recado.

Mientras que yo voy a misa,     gran cuidado has de tener,

mira que los pajaritos     todo lo echan a perder.

Entran en el güerto,     pican el sembrado,

por eso te encargo     que tengas cuidado—.

Cuando se ausentó su padre     y a la iglesia se marchó,

Antonio quedó cuidando     y a los pájaros llamó:

—Venid, pajaritos,     dejar el sembrado,

que mi padre ha dicho     que tenga cuidado.

Para que yo mejor pueda     cumplir con mi obligación,

voy a encerraros a todos     dentro de esta habitación—.

Y a los pajaritos     entrar les mandaba

y ellos, muy humildes,     en el cuarto entraban.

Por aquella cercanía     ningún pájaro quedó,

porque todos acudieron     cuando Antonio los llamó.

Lleno de alegría     Antoñito estaba

y los pajaritos     alegres cantaban.

Cuando su padre se acerca,     todos los mandó callar;

llegó su padre a la puerta     y comenzó a preguntar:

—Ven acá, Antoñito,     dime, hijo amado,

¿de los pajaritos     qué tal has cuidado?—.

El niño le contestó:     —Padre, no tengas cuidado,

que para que no hagan mal     todos los tengo encerrados—.

El padre que vio     milagro tan grande,

al señor obispo     trató de avisarle.

Acudió el señor obispo     con gran acompañamiento,

quedando todos confusos     al ver tan grande portento.

Abrieron ventanas,     puertas a la par,

por ver si las aves     querían marchar.

Antonio les dice entonces:     —Señores, nadie se agravie,

los pájaros no se marchan     hasta que yo se lo mande—.

Se puso a la puerta     y les dijo así:

—Vamos, pajaritos,     ya podéis salir.

Salgan con orden cigüeñas,     águilas, grullas y garzas,

gavilanes, avutardas,     lechuza, mochuelo y grajos;

salgan las urracas,     tórtolas, perdices,

palomas, gorriones     y las codornices;

salgan cucos y milanos,     salgan patos, andarríos*,

canarios y ruiseñores,     tordos, jilgueros y mirlos;

salgan verderones     y las corderillas*,

salgan coguajadas*     y las golondrinas—.

Al instante que salieron,     todos juntitos se ponen,

escuchando a san Antonio     para ver lo que dispone.

Antonio les dice:     —No entréis en sembrado,

marchar por los montes,     por campos y prados—.

Al tiempo de alzar el vuelo,     cantan con dulce alegría,

despidiéndose de Antonio     y su ilustre compañía.

Antonio bendito,     por tu intercesión

todos merezcamos     la eterna mansión.

Resumen de "San Antonio y los pájaros"

El padre de san Antonio acude un domingo a misa y le encomienda a su hijo que tenga cuidado de que las aves no estropeen el sembrado. El niño llama a los pájaros y los encierra dentro de una habitación. Cuando Antonio ve que su progenitor vuelve a casa, manda callar a las aves. El padre le pregunta si ha cumplido con su encargo y el niño le contesta que tiene a los pájaros encerrados en una habitación. El padre queda estupefacto y llama al obispo para que vea el milagro. Una vez en casa de Antonio, el obispo y sus acompañantes abren las ventanas y las puertas para que las aves se marchen, pero Antonio asegura que no lo harán hasta que él no lo ordene. A continuación, el niño les pide a las aves que salgan. Estas lo hacen y se reúnen fuera de la habitación esperando nuevas instrucciones del santo. Este les ordena que se marchen sin picar en los sembrados. Los pájaros se despiden y se marchan.