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Notas
IGRH: 0075
En esta versión, se repiten los versos 2, 11, 13, 18, 20, 22, 27, 29, 31 y 33.
Al repetir el verso 11, la informante dice: “en rica silla”.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Bibliografía
Publicado en Anaya Flores (2016: pp. 280-281).
Otras versiones de "Delgadina"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
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Transcripción
Un padre tenía tres hijas, todas tres como la plata.
Se ha enamorado de una, que Legardina la llaman.
Un día estando comiendo su padre la remiraba.
—¿Padre, qué me mira usted, que me mira usté a la cara?
—Que antes del anochecer has de ser mi enamorada.
—No lo quiera Dios del cielo ni la Virgen soberana.
—Y acudir, criados míos, a Legardina encerrarla,
a no darle de comer na más que carne salada
y a no darle de beber nada más que agua muy agria—.
Al cabo los ocho días le abren una ventana
y vio a su madre sentada en silla rica de plata.
—Madre, que es usted mi madre, por Dios una poca de agua;
tengo más sed que de hambre, el corazón se me abrasa.
—No te la doy, Legardina, ni tampoco palo mana,
que si padre lo supiera la cabeza nos cortara,
que nos lo tiene jurado con la punta de la espada—.
Ya se mete Legardina más triste que consolada,
con lágrimas de sus ojos iba regando la sala.
Al cabo los ocho días le abren otra ventana.
Vio a sus hermanas sentadas en rica silla de plata.
—Hermanas, sois mis hermanas, por Dios una poca de agua;
tengo más sed que de hambre, el corazón se me abrasa.
—No te la doy, Legardina, ni tampoco palo mana,
que si padre lo supiera la cabeza nos cortara,
que nos lo tiene jurado con la punta de la espada—.
Ya se mete Legardina más triste que consolada,
con lágrimas de sus ojos iba regando la sala.
Y al cabo los ocho días le abren una ventana
y vio a su padre venir por la calle de la plaza.
—Padre, que es usted mi padre, por Dios una poca de agua;
tengo más sed que de hambre, el corazón se me abrasa.
—Sí te la doy, Legardina, si me cumples la palabra.
—Sí se la cumplo a usted, padre, padre de toda mi alma.
—Acudir, criados míos, a Legardina darle agua,
uno con jarro de oro y otro con jarro de plata—.
El primero que llegó, Legardina viva estaba;
el segundo que llegó, Legardina muerta estaba.
Los ángeles le hacen luces, la Virgen la amortajaba.
La campana de la gloria pa Legardina tocaba,
la campana del infierno pa todos los de su casa.