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Notas
Se repite el verso 20.
Este registro ha sido editado en el marco del proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación “El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital (CONOCOM)” (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).
Bibliografía
IGRH: 0176
Publicado en Anaya Flores (1999: pp. 82-83; música p. 166; origen y peculiaridades p. 211) y Anaya Flores (2016: p. 165)
Otras versiones de "El quintado"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
GONZÁLEZ, A. (1994). La aparición y El quintado. Renovación y conservación a través del cruce. En D. Catalán, J. A. Cid Martínez y A. Valenciano (Coords.), De Balada y Lírica, 1. 3er Coloquio Internacional sobre el Romancero, vol. 1 (pp. 345-357). Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal – Universidad Complutense de Madrid.
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Transcripción
Ya se vienen, ya se van los soldados a la guerra;
un do’ mil llevan quintados y cien voluntarios llevan.
Entremedias de ellos va uno que nada le alegra;
se le acerca el capitán, le habla de esta manera:
—¿Qué tienes, que estás tan triste, qué tienes, nada te alegra?
¿Si lo haces por ser quintado o porque vas a la guerra?
—Ni lo hago por ser quintado ni porque voy a la guerra;
lo hago por mi esposita, triste y adorada prenda.
El día que me alisaron, mi boda era por ella;
no me dejaron dormir siquiá una noche con ella.
—Toma la lista, soldado, márchate para tu tierra,
que un soldado más o menos, ya se acabará la guerra—.
Se ha echado mano al borsillo, sacó de su fartiquera
una cadena de oro y al capitán se la entrega:
—Tome usted, mi capitán, de mi mano esta cadena;
me la regaló mi esposa al prencipio de quererla—.
Se ha montado en su caballo, se marchó para su tierra;
iba pidiendo limosna hasta que llegó a su tierra.
—Una limosna, por Dios, a un soldado de la guerra.
—Madre, dele una limosna, aunque yo no la comiera,
tan solo porque me libre aquel que tengo en la guerra.
—Abre los ojitos, Lola, si me quieres conocer,
que el que hay en el caballo tuyo maridito es—.
Se besaron, se abrazaron, los dos cayeron a tierra;
se metieron en su cuarto donde allí empezó a quererla.