Era el niño de las monjas,     el que sin padre y sin madre quedó,

de chiquitín en un convento     su infancia feliz pasó.

Era un chiquillo valiente,     valiente, bueno y gentil,

por eso, constantemente,     al chiquilín se oye decir:

—Yo quiero ser torero,     torero quiero ser,

torero como Granero     y como Gallito dicen que fue.

Yo quiero ser torero     para traer aquí

un manto para esta Virgen     que tanto vela por mí—.

Se hizo mayor el chiquillo     y del convento por fin se salió,

llorando dejó a las monjas     el día que se marchó.

Fue torerito valiente,     valiente, bueno y gentil,

por eso constantemente     al chiquilín se oye decir:

—Ya soy por fin torero,     torero de postín,

y vengo a besar las manos     que me han cuidado de chiquilín.

Ya soy por fin torero     y vengo a regalar

un manto para esta Virgen     que no la puedo olvidar—.

Y era una tarde de feria,     tarde de feria, de toro y de sol

y el niño cayó en la arena     y el toro lo corneó.

Y era la herida de muerte,     por eso no lo pudieron salvar,

por eso constantemente     a chiquilín se oye exclamar:

—Ya no seré torero,     torero no seré,

que muero como Granero     y como Gallito dicen que fue.

Pobres monjitas buenas     que lloraréis por mí,

rezad por el pobre niño     que recogieron aquí.