Una tarde fresquita de mayo,    

cogí mi caballo, me fui a pasear

en la celda donde mi morena,

graciosa y serena, la vide coger.

 

Yo la vide coger un rosal,

y la vide coger un clavel.

Yo le dije: —Jardinera hermosa,

¿me das una rosa? ¿me das un clavel?

 

—Ese clavel que usted me ha pedido

(y) al momento yo se lo daré,

si me juras de no haber tomado

flores de las manos de otra mujer.

 

—Yo te juro, te juro y te juro,

yo te juro con toda mi fe,

yo te juro de no haber tomado

flores de la mano de otra mujer.

 

Con la vista fui hacia mí,

como sabes que yo bien te quiero,

te estás calculando que soy para ti.