Era Ana María,

por rara y por fea,    

la burla del barrio,

la risa de to,

que a nadie atraían

sus trajes de seda   

y nadie en el mundo

de amores le habló.

 

Cuentan que una tarde

un guapo mocito,   

al verla tan rara,

se quiso burlar

y al pie de su reja

con unos amigos,      

al pie de su reja,

le entonó este cantar:

 

"Ana María, Ana María, la fea,   

qué desgraciadita eres,

y, aunque te vistan de seda,      

nadie en el mundo te quiere".

 

Loca por la copla

que alegre escuchaba,    

su reja florida

le abrió al rondador

y al ver que de ella

todos se burlaban,    

de pena y de rabia

la fea lloró.

 

Y era su martirio

tan lento y sentío   

y en ver que el mocito

la burla con to,

que al pie de su reja

volvió arrepentido,     

besando unos labios

que nadie besó.

 

Salte a la reja y no llores,     

no pierdas tú la alegría,

que yo te doy mis amores,     

Ana María, la fea.