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Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante repite los dos últimos versos de las estrofas 2 y 14.
Bibliografía
Otras versiones de "Retrato de la dama"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
ALVAR, M. (1971). Encuentro de tradiciones: la descripción física de una muchacha. En Cantos de boda judeo-españoles, 151-164. Madrid: Instituto Arias Montano.
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DÍAZ-MAS, P. (1983). La canción El retrato y su uso ocasional. Revista de Folklore, 30, 199-205; González Palencia, Ángel, y Mele, Eugenio (1944). La maya. Notas para su estudio en España. Madrid: Instituto Antonio de Nebrija (CSIC).
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RODRÍGUEZ MARÍN, F. (1933). Coser y cantar. Apuntes para una figura de mujer hilvanados por el Bachiller Francisco de Osuna. Sevilla: Tipografía de M. Carmona.
RUIZ FERNÁNDEZ, M.ª J. (1992). Supervivencias de la canción de mayo medieval: un ejemplo en el cancionero tradicional andaluz, en Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, vol. 1, 783-795. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá.
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Transcripción
A cantar los mayos,
señores, venimos
y para cantarla,
licencia pedimos.
Ya estamos cantando,
no mos dicen nada,
señal que tenemos
la licencia dada.
¡Ay, niña!, tu cabeza,
fina y redondita,
solo me parece
una naranjita.
¡Ay, niña!, tu frente,
que es campo de guerra,
donde el rey Cupido
puso su bandera.
¡Ay, niña!, tus cejas,
finas y arqueadas,
que ningún pintor
pudo dibujarlas.
¡Ay, niña!, tus ojos,
que son dos luceros,
que por la mañana
alumbran el mundo entero.
¡Ay, niña!, tu nariz,
que es un canuto de plata,
donde el rey cupido
puso su petaca.
¡Ay, niña!, tu boca,
que es un cuartelito,
los dientes menudos
son los soldaditos.
¡Ay, niña!, tu barba,
con el hoyo en medio,
donde me enterraran,
que me estoy muriendo.
¡Ay, niña!, tu garganta,
qué larga y qué fina,
que el agua que bebe
sola se trasmina.
¡Ay, niña!, tus pechos
son dos fuentes claras,
donde yo bebiera
si tú me dejaras.
¡Ay, niña!, tu ombligo,
un botón de nácar,
donde el rey Cupido
puso su petaca.
Ya vamos llegando
a partes ocultas,
no diremos nada
si no nos preguntan.
¡Ay, niña!, tus piernas,
que son dos columnas,
donde se sustiene
toda tu hermosura.
¡Ay, niña!, tus pies,
dos plantas preciosas,
que todo lo que pisan
se le vuelven rosas.