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Notas
La canta un grupo de vecinos de San Bernardo (Valladolid) que estaban presentes en la entrevista a Asunción y Ventura.
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00028 01).
Bibliografía
Otras versiones de "Retrato de la dama"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
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Transcripción
Estamos a treinta
del abril cumplido;
alegraros, damas,
que mayo ha venido.
Ha venido mayo,
bienvenido sea,
para que galanes
cumplan con doncellas.
En tu puerta estamos
con dibujo y grande,
si nos dan licencia
para dibujarte.
Para dibujarte
quisiera tener
un dibujo grande
y hermoso pincel.
Hermoso pincel,
¿qué sueño te ha dado?,
despierta si duermes,
y oirás el mayo.
Despierta si duermes,
si duermes, despierta,
y oirás el mayo
cantar en tu puerta.
Tu cabeza grande,
como es tan bonita,
en ella se forma
una margarita.
Tu pelo dorado,
hebras de oro fino
donde yo me enredo
cuando te imagino.
Estoy imaginando
las horas del día
y estoy contemplando
cuándo serás mía.
Tu frente, señora,
es campo de guerra,
donde el rey cumplido
plantó su bandera.
Tus cejas, señora,
un poquito arqueadas,
con esas mejillas
que adornan tu cara.
Tus ojos, señora,
luceros del alba
que alumbran de noche
a mis esperanzas.
Esos tus oídos
son dos granos de oro,
que con ellos oyes
lo que hablamos todos.
Esas tus orejas
las echas a un lado
con esos pendientes
que adornan tu garbo.
Tu nariz aguda,
como fina espada
que a los corazones
sin sentir los pasa.
Esos tus carrillos
tan recolorados
parecen dos rosas
cogidas en mayo.
Tu boca, señora,
tiene dos carreras
de dientes menudos
y divinas perlas.
El hoyo que tienes
en esa barbilla
ha de ser sepulcro
para el alma mía.
Esa tu garganta,
tan clara y tan bella,
que el agua que bebe
toda se clarea.
Tus brazos, señora,
de la mar son remos;
guían y gobiernan
a los marineros.
Esos tus diez dedos
cargados de anillos,
para mí, prisiones,
cadenas y grillos.
Tus pechos, señora,
son dos fuentes claras
donde yo bebiese
si tú me dejaras.
Tu cintura virgen,
criada en el río,
todos van a verlo,
como es tan florido.
Tu vientre, señora,
es una arboleda
que a los nueve meses
lleva fruta nueva.
Ese tu ombliguito,
tan rechiquitito,
que al pezón del higo
es comparadito.
Ya hemos llegado
a partes secretas;
como no lo he visto,
no puedo dar señas.
Tus muslos, señora,
son de oro macizo,
donde se sostiene
todo el artificio.
Esas tus rodillas
las hincas en tierra,
al dichoso suelo
que a besarlas llega.
Esos son tus pies,
tus pies y tus plantas,
y tus pantorrillas,
pilares de plata.
Ya te hemos pintado
todas tus facciones;
ahora falta el mayo
que te las adorne.
El mayo que quieras
pídelo y declara,
que el cantor no quiere
agraviarte en nada.
Cuando no responde
la señora dama,
es señal que tiene
la licencia dada.
Señorita Ana,
si es de buen agrado,
con José Hurtado
recibas el mayo.
Quiérelo, rosita,
quiérelo, clavel,
que es un buen muchacho
a mi parecer.
Y ha dejado dicho
que vendrá mañana
a darte los días,
si el mayo te agrada.
Quédate con Dios,
adiós, que nos vamos,
rosa de cien hojas,
clavel encarnado.
Quédate con Dios,
estrella brillante,
que con tu permiso
vamos a otra parte.