Adiós, África traidora,    

matadero de españoles,

que tienes un cimenterio    

en todas tus exposiciones.

 

Por mucha tierra que anduve    

nunca pude conseguir

sitio donde divertirme,    

ni cama donde dormir.

 

En un triste parapeto,     

de noche haciendo guardia,

hecho de sacos de arena    

y piedras mal colocadas.

 

Subiendo y bajando cerros,    

medio descalzo y desnudo

y asín estuvimos tres años    

comiendo garbanzos duros.

 

También comimos paella    

y arroz cocido con agua,

y adiós, África traidora,    

que me marcho para España.

 

Así que en la España me vea,

loquito me ha de volver

viendo que estoy en mi casa,    

cosa que nunca pensé.

 

Y a mi novia yo le llevo    

lo que más le agradará:

la licencia en el bolsillo    

para podernos casar.