Carmelilla y Manuel enamorados

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Referencia catalográfica: 3497c

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—Buenas tardes, Carmelilla,    

a tu lado me tienes ya;

cuando te miro me parece que veo    

a la que está en el altar.

 

—¡Qué comparación me pones    

con la que está en el altar!

Ya veo que te gusta    

un poco exagerar.

 

—Ni millones, ni cortijos,    

ni tierras de regadíos

se pudieran comparar    

con tu cariño y el mío,

 

cuando te sientas a mi lao    

yo siento tanta alegría

como las flores de mayo    

en el campo de Andalucía;

se me quitan todas las penas    

y las angustias también.

 

—Déjame besar tu boca   

 —Toma el permiso, mujer.

El permiso ya lo tienes    

para mi boca besar,

 

dame un beso con ternura,    

que le dé envidia a la luna,

a la luna y a los luceros    

y a las estrellas también

y hasta los astros del cielo    

se tienen que estremecer.

 

—Manuel, ¡qué besos más dulces tienes!,    

si pareces una pastelería,

si con un beso de tu boca    

quedo en tus brazos dormía.

 

—Dame tu lengua, cariño.    

—Tómala ya, corazón,

¿cuándo va a llegar el día    

en que nos casemos los dos?

 

—Muy pronto nos casaremos    

con alegría y placer

y vas a tener un cariño    

firme como la pared.