—Canastera, canastera,

¿cómo no tienes amores?

—Ni los quiero ni les tengo, 

porque tengo mis temores.

 

Yo soy la canastera del capuchino,

de tierra malagueña, la tierra mía,

alegres sus cantares, viva alegría. 

 

Voy por la calle pregonando sonriente,

en mí no cabe ni la pena ni el dolor,

yo me divierto si me dice un pretendiente:

—¡Ay, canastera, yo me muero por tu amor!

 

Y el querer quita las penas,

pero no quita el sentido,

que el que me hable de amoríos,

yo le contesto por bulerías: —Ja, ja, ja.

 

He visto por un querer

llevar la novia a su novio 

y no casarse después,

¡ay, leré, leré; ay, leré, lere!