
Antonia vivió en cortijos de Torres durante su infancia. También vivió varias temporadas en Madrid, Tarragona y Bilbao porque su padre era jornalero y se llevaba consigo a su familia allá donde encontrara trabajo. Cuando llevaban un tiempo viviendo en zonas costeras, su hermano, que era asmático, se ponía malo y volvían a Torres. Cuando su padre murió, su familia se estableció en un cortijo de Torres durante diecinueve años.
Antonia solo iba a la escuela al inicio del curso, desde septiembre hasta que empezaba la temporada de recogida de aceituna. Su madre iba a la rebusca y ella se quedaba cuidando a sus hermanos hasta que terminaba la temporada. Para ir a la escuela, tenía que andar dos kilómetros y medio para coger el autobús, incluso si llovía, nevaba o había tormenta. En estos casos, su padre u otros peones la buscaban con un borrico y la llevaban al cortijo. En la zona vivía gente de Torres, Baeza y Mancha Real. Según nos dice, de esta época tiene recuerdos felices, como el hecho de que allí su novio le pidiera la mano.
Cuando se casó, se mudó al pueblo de Torres. Ha trabajado en el servicio doméstico y en el cuidado de personas mayores. Solo ha salido de España para ir a Francia de viaje de novios. Tiene varias hijas y nietos.
En la actualidad, es miembro de la Asociación Cultural La Flor del Bolillo de Torres, donde se dedica a hacer encajes de bolillos. A la entrevista nos trae algunas muestras de sus bordados para darlos a conocer a la comunidad.